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Vida noble y vida vulgar, un comentario sobre la Rebelión de las masas de Ortega(Primero)

Uno de los mejores libros, sin duda, de Ortega y Gasset es La rebelión de las masas. Nos encontramos ante un magnífico ensayo de filosofía social aun vigente después de muchos años. Ortega considera que el gran fenómeno del siglo XX es el acceso de las masas al pleno poder social. Es lo que parece un triunfo democrático. Este poder de las masas en la sociedad tiene los siguientes rasgos: el gran aumento de posibilidades de nivel de vida estimula la expansión de sus deseos. Dicho de otra manera y como dice mi abuela, que con cien años encima algo tendrá que decir: “cuanto más tienes, más quieres”. En esta sociedad organizada de esta manera “casi perfecta”, se da una situación paradójica: al hombre-masa sólo le preocupa su bienestar, pero a la vez es insolidario con las causas de ese bienestar. Además muestra una radical ingratitud hacia cuanto ha hecho posible su existencia. Esto es la guinda del pastel, ¿cuantas personas se radicalizan en contra esta sociedad que le ha llevado a tener
La mayor parte de las veces uno defiende ideas, no porque sean las mejores, ni siquiera porque se sepa mucho lo que suponen realmente, y menos aún su genealogía o su historia, sino sencillamente se defienden porque son las propias. La inercia es mantener cada uno sus prejuicios, esos que a veces han costado su tiempo, lo que algunos llaman su cultura, su punto de vista, por encima de la lógica, de la libertad, incluso de la vida. La filosofía siempre ha remado en dirección contraría, porque invita a intentar pensar desde la perspectiva de la totalidad, fuera de nuestra sombra, de nuestra inevitable estrechez de miras. No nos ofrece la verdad, en tacita de plata, nos llama a buscarla, sin esperar mas que la alegría de hacerlo, lo que para muchos resulta premio suficiente.

Aristóteles: de la sensación al conocimiento

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"Todos los seres vivos necesitan capacidad de nutrición para sobrevivir y crecer (plantas, animales, el hombre), en tanto que algunos requieren también capacidad de sensación para percibir los objetos y distinguir entre ellos(animales, el hombre). En el caso del hombre, que ademas esta dotado de razón, estas capacidades lo habilitan para almacenar su experiencia, comparar y contrastar, calcular, reflexionar y sacar conclusiones, todo lo cual hace posible el conocimiento del mundo. Por tanto, la comprensión humana del mundo empieza en la percepción sensible. Antes de cualquier experiencia sensorial, la mente humana es como una tablilla en blanco en la que no hay nada escrito. Está en estado de potencia respecto de las cosas inteligibles. Y el hombre necesita experiencia sensorial para que su pensamiento, con ayuda de imágenes mentales, pase del conocimiento en potencia al conocimiento en acto. El empirismo, mas humilde que la intuición directa de las ideas que postulaba Platon, e

Disertación sobre algunas nociones de la fisica de Aristóteles

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Los conceptos de materia y forma aristotélicos, conectados con los de acto y potencia, ofrecen la estructura de una física teleológica, conformada en razón a la idea de que todo cambio natural es realización de una intención, el logro de aquello por lo que algo es. Con un célebre ejemplo: una semilla es tal porque puede devenir fruto, que a su vez produce de nuevo semillas, etc. Aquello en lo que algo se convierte lo define. El niño lo hace por aquello en que se muda al crecer y desarrollarse: su humanidad. En la naturaleza, pues, todo lo que es, lo es en razón a algo que llegará a ser, en potencia, pero también por sí mismo, en acto(energeia). Tiene una materialidad concreta, una realidad presente, su sustancia(ousia); también una potencialidad determinada, dicho de otro modo, una materialidad formada, que la configura y delimita. Así este grano de semilla es acto y potencia, forma y materia, pues es, semilla, no sólo por aquello que es ahora en acto, sino porque puede devenir

LO QUE HACEN LOS POETAS

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Las pequeñas virtudes , Gustavo Martín Garzo (“El País”, 17 de octubre de 2005) […] Ladrones de huevos . “Las gallinas”, escribió Gómez de la Serna, “está hartas de denunciar en las comisarías que la gente les roba los huevos”. Esta frase nos hace sonreír, pero por algo bien distinto a lo que nos sucede con un chiste común. Sonreímos porque percibimos en ella el embrujo de la verdadera poesía. Y todo porque es capaz de devolver a las gallinas la dignidad que llegaron a tener cuando sus antepasadas no vivían en nuestros corrales, y podían moverse a su aire. La dignidad de los urogallos, los faisanes, de todas las aves salvajes. O dicho de otra forma, porque nos permite contemplar a las pobres gallinas como algo más que carne para nuestros guisos. Porque ¿acaso no es cierto que les robamos? Ellas ponen todo su esfuerzo, llegan hasta casi enfermar en la tarea de conformar sus huevos, y nosotros se los arrebatamos al instante para llevarlos a la cocina. Es cierto que las tenem

Aristóteles y la señora Goldstein. Un poco de humor

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"Según Aristóteles, todo tiene un telos , un objetivo intrínseco que alcanzar. Una bellota tiene un telos : un roble. Los pájaros también y las abejas(...) Forma parte de la misma estructura de la realidad. Si esto os suena un tanto abstracto, en la siguiente historia la Goldstein remite el telos a los asuntos terrenales: La señora Goldstein paseaba por la calle con sus dos nietos. Se encontró un amigo que le preguntó cuántos años tenían. La señora contestó: -El médico tiene cinco años y el abogado siete. " T. Carchcart y D. Klein, Platón y un ornitorrinco entran en un bar..., Planeta, pág. 16.

Jorge Luis Borges

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Existe otro modo de llegar a la filosofía: leer a los grandes escritores y poetas que hicieron de su obra una refinada forma de pensamiento. Entre ellos ocupa un lugar especial Jorge Luis Borges, escritor argentino fallecido a finales del siglo XX y cuya obra poética y muchos de sus cuentos fueron, para mí y para muchos otros, en mi juventud, una forma de iniciación filosófica. De entre estos os invito a leer este poema platónico titulado "La Rosa, de su primer libro de poemas, publicado en 1923, "Fervor de Buenos Aires".